Buenos Aires Subsuelo es el título de la serie de crónicas oscuras que Brisa de Ciudad nos irá compartiendo. "Algo más allá" es la primer entrega.
Siempre soñé con algo más allá de los límites de mi ciudad, las tardes en Santa Fe se sentían eternas, como si el tiempo avanzara lento y pesado. A los 22 años, supe que no podía seguir allá. El sonido de la ciudad me llamaba, Buenos Aires sonaba como la promesa de algo grande.
Decidí irme con una mochila al hombro y los pocos pesos que logré juntar trabajando en el negocio familiar. Llegué a Buenos Aires de madrugada, en un colectivo que me dejó en la terminal de Retiro cuando la ciudad aún dormía. El aire era denso, olía a humedad y basura, y me sentí pequeña frente a esos edificios enormes que veía por primera vez. Al principio, creí que todo sería más fácil. Conseguir trabajo parecía posible, pero los días pasaban y cada puerta que tocaba se cerraba en mi cara. Pronto el dinero se fue. Pasé el primer mes en una pensión barata, pero en cuanto se agotaron mis ahorros, empecé a dormir en lugares prestados, a veces en casa de gente que apenas conocía, otras en hostels que apenas podía costear. Conocí esa soledad que te consume cuando estás rodeada de extraños.
Recuerdo una noche en particular, caminando por San Telmo, cuando me crucé con otros como yo, perdidos en la inmensidad de la ciudad. Compartimos comida, historias, y en ese momento supe que no era la única que se sentía así. A veces, esas amistades me hacían sentir menos sola, pero también descubrí que en Buenos Aires cada ayuda podía tener un precio. Conocí personas que parecían querer ayudarme solo para aprovecharse, y con cada desilusión, sentía que la ciudad me endurecía un poco más. Ya no era la chica ingenua que había llegado con sueños en la mochila; Buenos Aires me había convertido en alguien que confiaba menos y que aprendió a protegerse.
Pasaron casi diez años desde que llegué, y a veces me pregunto si este sueño valía la pena.
